domingo, 17 de abril de 2011

Los sin rostro ( Continuación )

Julio intento reir pero no pudo. Sus músculos lo desobedecían, se independizaban. Imaginaba una y mil veces que sus músculos sufrían y se sentía a gusto de saber que ellos eran independientes. Su mente sufría como él. Sintió que trataba de disociar cada parte de su cuerpo. Sintió en la materialidad de sus pensamientos. Creyó estar volviéndose loco, pero después como siempre le pasaba dejo de creer. Trato de reir y esta vez pudo. Sintió terror por esto. La mente imperialista no dejaba de ejercer un despiadado poder sobre sus músculos. Para dejar de pensar charlaba con Manuel. No se veían las caras y esto provocaba cierta indiferencia ante las palabras escuchadas. Se agarraban de las manos cuando hablaban y sentían seguridad. Seguían teniendo rasgos particulares, sus caras encerradas decían cosas, las capuchas no impedían que sus miradas busquen consenso, relean pensamientos ocultos, que reconozcan confusos paisajes setentistas que no llegaban a comprender. Escucharon ruidos y lloraron amargamente, escuchaban a gente que lloraba amargamente. Decidieron soltarse las manos y dejar de llorar. No pudieron. Una puerta se abrió, ya no estaban solos, ahora eran tres. Lo saludaron pero no recibieron respuesta. Trataron de preguntarles de dónde venía, pero obtenían respuesta. Julio trató de agarrarle las manos, Sintió que las palabras estaban de más. Encontró unas manos húmedas que apretaban las suyas con una intensidad irracional. Sintió terror.

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