lunes, 28 de junio de 2010

Bordeando


"Pido que las noches no se quiebren en tu luz"

Lisandro Aristimuño

La música sonaba en voz baja, quise mirar a los costados, la gente murmuraba palabras que para otros eran exclamaciones o porque no frases de amor, de amores nuevo, frescos, amores de mañanas con olores agradables.

Palabras que formaban frases que vislumbraban oscuridad compartida, que nombraban palabras desgastadas, que generaban sonrisas no fingidas, que acompañaban revoluciones cotidianas, que sonrojaban como sonrojan las primeras infidencias al oído.

La música seguía sonando como un susurro, pero seguía mirando a la gente que hablaba y me miraban.

Al menos eso creo.

Mi imagen no despertaba en ellos palabras alusivas.

Creo que me veían, creo darme cuenta que no me miraban, creo tener dudas.

Entre ellos sí se miraban, como mira quien nunca fue perseguido, como miran los que alguna vez no pudieron hacerlo, como lo hacen quienes sufren ante una imagen perdida, ante una pérdida…
Me propuse escuchar la música, pero era imposible reconocer sus palabras, y me mantuve al borde, en ese lugar en dónde transitaría una noche que nunca prometió nada, una noche que no era ni fría, que no permitía refugiarse en la tristeza.

Una noche en la que quise ser un ladrón pero sólo llegué a ser un triste espía.