martes, 1 de septiembre de 2009

Siempre gracias a dios


(...) Se enteraban de las pérdidas , de los desencuentros desinteresados, pero trataban de no perseguir las pistas. No creían en las soluciones momentáneas, pero un buen abrazo despertaba una cierta tranquilidad, por demás efectista. Cuando cruzaban por las vías del ferrocarril el Reo pensaba en lo autoritario de los caminos fijos, del acostumbramiento ante los que presentaban su poder de forma altanera. Le gustaba desviar el centro de discusión, no leía entrelíneas porque no tenía esa capacidad, pero cuando escribía algo sentía ese poder que tanto detestaba, en ese momento si podía desafiar al lector con historias dependientes de la historia. Nunca tuvo como meta pasar un tiempo en París escribiendo desde el lugar predilecto de la pluma que sabe narrar. No creía en los lugares que inspiran, creía en los lugares en donde la literatura cobra vida desde la transpiración. Tampoco creía en la necesidad de generar campos semánticos en torno al lugar en donde se disponía a matar el tiempo con algún que otro cuento. (...)


Fragmento de un fragmento de una fallida novela.