Las miradas distraídas pretendían generar desconfianza.
Ante los tristes asistentes, escuché con placer el discurso de un hombre que prometía bienestar.
Las calles se multiplicaban y mi oído volvía a escuchar la cortina elegida para un momento de tan poca sofisticación.
Disfrutaba ante los comentarios que pretendían convencer a otras personas de que se puede. Me preguntaba a qué se referían, pero prefería no escuchar la respuesta. Por eso seguía caminando.
Después pude ver a hombres que tienen la cara marcada por el disgusto, esos hombres que solo se justifican ente la mirada extraña.
Su justificación carece de responsabilidad, generalmente hablan sobre sus miserias con gente poco conocida. No aguantarían opiniones encontradas.
Pero no terminaba ahí el camino un tanto urbano que sin planearlo se presentaba ante mí.
La plaza estaba vacía, los chicos ya no alquilan bicicletas, los bicicleteros te miran al pasar.Decido alquilar una bicicleta y la devuelvo a los veinte minutos. No sé si es porque dejé de ser un posible cliente o si es porque me tiran más los kartings, pero a tanto no me animo.
La plaza ya quedó atrás y el barrio se consume en las lucas semi apagadas.
La inseguridad no sabe de luces, pero me siento más seguro cuando las luces se apagan definitivamente.
De todos modos no hay que perder la perspectiva, y lo sigo diciendo después de muchos años. Esa frase bien negra me ilumina y en todo momento me justifica.
La vuelta estaba por terminar pero me resistía a no pasar por una librería. Siempre termino pidiendo un libro que ya sé que no está. Siempre me terminan diciendo lo mismo.
El domingo improvisaba.
Hacía tiempo que no pasaba esto.
Tenía que caminar.
El lunes dejaría la improvisación para los que saben.
Las calles se multiplicaban y mi oído volvía a escuchar la cortina elegida para un momento de tan poca sofisticación.
Disfrutaba ante los comentarios que pretendían convencer a otras personas de que se puede. Me preguntaba a qué se referían, pero prefería no escuchar la respuesta. Por eso seguía caminando.
Después pude ver a hombres que tienen la cara marcada por el disgusto, esos hombres que solo se justifican ente la mirada extraña.
Su justificación carece de responsabilidad, generalmente hablan sobre sus miserias con gente poco conocida. No aguantarían opiniones encontradas.
Pero no terminaba ahí el camino un tanto urbano que sin planearlo se presentaba ante mí.
La plaza estaba vacía, los chicos ya no alquilan bicicletas, los bicicleteros te miran al pasar.Decido alquilar una bicicleta y la devuelvo a los veinte minutos. No sé si es porque dejé de ser un posible cliente o si es porque me tiran más los kartings, pero a tanto no me animo.
La plaza ya quedó atrás y el barrio se consume en las lucas semi apagadas.
La inseguridad no sabe de luces, pero me siento más seguro cuando las luces se apagan definitivamente.
De todos modos no hay que perder la perspectiva, y lo sigo diciendo después de muchos años. Esa frase bien negra me ilumina y en todo momento me justifica.
La vuelta estaba por terminar pero me resistía a no pasar por una librería. Siempre termino pidiendo un libro que ya sé que no está. Siempre me terminan diciendo lo mismo.
El domingo improvisaba.
Hacía tiempo que no pasaba esto.
Tenía que caminar.
El lunes dejaría la improvisación para los que saben.
Foto hurtada al Ambi