lunes, 4 de mayo de 2009

Estampita en mi santuario


Buscó resignificar el sentido de algunas palabras que creía entender sin necesidad de pensarlas.
Eso lo ponía inquieto.
Darle un nuevo sentido lo enfrentaba ante la posibilidad de distanciarse de quienes tanto quería.
Dos personas se miraban ante la atenta mirada de los distraídos de turno.
Nunca se harán cargo de culpas ajenas.
La pelea duró apenas unos minutos.
Ellos seguían mirando, con los ojos enfocados hacia el sillón resignificado en un ring (posible espacio apto para panelistas de algún programa de la tarde).
Qué tanto nos queremos, fue la última frase que noqueó a uno de los dos.
Fue la frase que dejó con una falsa victoria a uno de los dos. Pensaron.
No tenían el valor para mentir.
Nunca pensaron en detener el tiempo, sólo porque no era posible.
La renombrada frase dice que el tiempo altera las cosas.
Ellos pensaban que no sólo las altera.
Creo que alguna vez lo pensaron, creo que alguna vez lo pensé.
Lo detengo en el momento en dónde no hay que pensar en cuidados ni en regar algo que está lejos de ser una planta.Lo detengo en el momento en que el abrazo no era sincero, era absolutamente necesario.

2 comentarios:

Dafne dijo...

No pude evitar leer todo lo que esta incluído en tu blog.
Algunos fragmentos de tus escritos son muy intensos y le recuerdan a uno tiempos pasados.
Me vi tentada a la posibilidad de dejar un comentario en cada uno de ellos pero tengo la certeza de que poco te debe importar lo que yo opine.
Me resigno a escribir nada después de leer eso, desde ya, es evidente que no tengo ingenio ni ara escribir la lista del supermercado....
Recomiendo este lugar.

Diego Sagardía dijo...

felicitaciones por tu blog, llegué no sé de dónde y me quedé para seguirlo.
abrazo